Los perros abundan en los manuscritos medievales, desde perros que corretean tras las liebres en los márgenes, hasta las iluminaciones a toda página en los folios que representan perros de compañía, perros guardianes, perros de caza o perros salvajes.
El blog amigo del CERL [Consortium of European Research Libraries] nos «regala» una entrada muy interesante sobre las imágenes de los perros en los primeros libros impresos, que nosotros redifundimos en nuestro blog.
Los primeros libros impresos contienen (por desgracia) márgenes menos elaborados, pero los perros nunca desaparecen. Pueden aparecer en ilustraciones pintadas a mano, garabatos espontáneos por parte del lector o en xilografías impresas.
Podemos encontrarlos como compañeros fieles en imágenes de peregrinos, santos o vagabundos. El sabueso fiel es un motivo repetitivo en estas imágenes, ya que el perro fiel era considerado el más digno de alabanza de todos los animales. San Roque, con la pierna hinchada de peste y exiliado de la compañía humana, deambula solo y es un perro el que le acompaña y se escabulle con ayuda en los comedores y vuelve con pan para la cena del santo. En la misma línea, peregrinos y vagabundos, alejados de la ciudad, pero que, al menos, tienen un compañero peludo que les acompaña.
En libros de zoología, como los perros que aparecen en la obra póstuma del naturalista Ulisse Aldrovandi (1522 – 1605) De quadrupedibus digitatis viviparis (Bolonia, 1637), que abarca temas tan diversos como su simbolismo emblemático, su uso en la alimentación y la medicina, ejemplares monstruosos e incluso una selección de epitafios para las queridas mascotas. Capítulos sobre los perros rabiosos, el perro melitano (un pequeño perro peludo, conservado como mascota desde la época clásica), el perro de caza, el sabueso, el perro de lucha e incluso el «perro inútil» (de cane inutili), que cubría los perros de compañía.
Por último, los perros son a menudo el centro de atención de los libros impresos sobre el arte de la caza. Un excelente ejemplo es La venerie de Jacques du Fouilloux (Poitiers: Marness y hermanos Bouchetz, 1662), repleto de todo lo necesario para cazar una diversidad de animales (nutrias, liebres, conejos, tejones, lobos, ciervos, tejones, cabras salvajes y jabalíes). Incluye instrucciones completas sobre la cría de los mejores sabuesos de caza, el cuidado de sus cachorros, el entrenamiento de los mismos, la caza en sí, e instrucciones muy detalladas sobre las dolencias caninas. Por ejemplo, el capítulo siete del texto de Jacques du Fouilloux explica que para tener cachorros hermosos, se necesita una perra hermosa, así como una alimentación adecuada para dárselo de comer a la perra, lo que la haría deseosa de aparearse y producir los cachorros deseados.
Al final del libro aparecen consejos veterinarios para tratar la sarna, la tiña, la rabia, las mordeduras de animales (de víboras, serpientes, jabalíes, osos, lobos y otros), los pies doloridos, las pulgas y las aftas en las orejas.
George Gascoigne tradujo el texto de Fouilloux al inglés y se imprimió con gran éxito en Londres en 1575. Utilizó las mismas xilografías del libro de Fouilloux, con algunas xilografías adicionales, incluyendo una de la Reina Isabel cazando (imagen inferior), que fue reemplazada en la edición de 1611. Gascoigne también añadió algunos comentarios al texto, entre ellos el de que, aunque se cazaban lobos en Francia, no se podían encontrar en Inglaterra, pero tradujo el texto de todos modos (como hizo para la sección sobre los osos, que también se habían extinguido).