Os presentamos hoy un interesante libro. Obra de un clérigo italiano que vivió entre Roma y Nápoles en la segunda mitad del siglo XVI, Luigi Contarini (o Contarino), lleva por título: Il vago e diletteuole giardino… in questa terza edizione da infiniti errori emendato, In Vicenza: appresso gli heredi di Perin libraro, 1597 (con dos ediciones anteriores, impresas también en Vicenza) (ejemplar digitalizado de la Universidad de California; nuestro ejemplar: BG/18392, que tiene además una breve Aggiunta).
Jardín atractivo y placentero en el que, según se indica en la dedicatoria, se recogen infinitas flores de ejemplos humanos. Es decir, una obra de carácter más o menos enciclopédico, que escritores, oradores, profesores, etc. podrían tener a mano en sus bibliotecas como fuente para hallar rápidamente exempla que citar. Pensemos en obras como los Facta et dicta memorabilia (Hechos y dichos memorables) de Valerio Máximo (siglo I a.e.c-I e.c.), o, en castellano, la Silva de varia lección de Pedro Mexía (siglo XVI), si bien estas son más discursivas y narrativas, mientras que el Giardino tiene una estructura más de repertorio, de índice. Un carácter instrumental cuyo objetivo era –como decían los autores medievales, statim invenire, presto habere, facilius ocurrere (encontrar inmediatamente, tener a mano, ofrecer un acceso más fácil)–. En definitiva, ahorrar el viaje por varias estanterías y muchos volúmenes para encontrar un dato. Eso sí, como se ve en las imágenes, nunca falta la fuente de la que se toman los datos (probablemente, tomados a su vez de otros libros similares a este).
Esta intención instrumental está muy destacada en la edición a través de los ladillos o anotaciones marginales impresas, ideadas para caracterizar las diferentes entradas, para dar con la adecuada con una simple ojeada, sin tener que leer todo el texto.
El Giardino dedica a las mujeres las páginas. 362-432: «I varii et maravigliosi essempii delle donne» (también en la Aggiunta dedica los folios 70-79 a «Essempi di felicità di donne»). Según rezan los ladillos mencionados (que podéis ver en las imágenes), por ellas desfilan mujeres que sirven de ejemplo como: incestuosas y ebrias, castas, clementes y liberales, crueles, justas, animosas, etc.
Nosotros, dado nuestro entorno académico, os presentamos algunas calificadas como doctas, sin meternos en muchos dibujos sobre la autenticidad de lo que el buen fraile nos dice.
Proba (probablemente esta Proba Petronia, patricia romana convertida al cristianismo) fue muy docta en las artes liberales y muy familiarizada con los versos de Virgilio, con los cuales compuso un largo poema sobre la Biblia. Y algo parecido hizo con Homero, lo que demuestra que fue doctísima así en la lengua latina como en la griega (pág. 363).

La siguiente nos recuerda a nuestra Beatriz Galindo, la Latina, por esa idea extendida de que pudo ser profesora en nuestra universidad. Se llamaba Novella, hija de Giovanni di Andrea, boloñés y público lector en aquella universidad. Mientras el padre estaba ocupado o indispuesto, ella sostenía dignamente la cátedra, prosiguiendo las lecciones (pág. 365).

De la literatura griega se cita a Erina de Telos, que fue tan docta en la poesía y escribía tan elegantemente el verso heroico, que su estilo fue parangonado al de Homero.

Y, finalmente, para no cansaros, traemos a una vieja amiga, Nicóstrata (su imagen sirvió para el cartel de la exposición Las llaves del conocimiento). De ella se dice que fue la primera en enseñar las letras a los latinos y que ordenó el alfabeto (pág. 423).
(Volveremos al Giardino).