
Un estudio elaborado por Julio Escalona, investigador del CSIC, y Sonia Serna, investigadora y profesora de Paleografía Diplomática de la Universidad de Burgos, demuestra que un documento que data del año 943, el documento más antiguo del Archivo Histórico de la Nobleza y perteneciente al fondo documental del monasterio de San Pedro de Cardeña, en la provincia de Burgos, es en realidad una falsificación. Es más, pertenece al siglo XII y , según los investigadores, fueron los propios monjes los que falsificaron este documento para ganar un pleito contra los vecinos de Peñafiel y Castrillo del Duero por la propiedad de la iglesia de Santa María de Cuevas de Provanco, en la provincia de Segovia.
Serna Serna, S. ., & Escalona, J. . (2022). Falsificaciones y procesos judiciales. Contexto de producción y utilización de un supuesto original del monasterio de San Pedro de Cardeña. Anuario De Estudios Medievales, 52(2), 887–916. https://doi.org/10.3989/aem.2022.52.2.16
ACCEDER AL ARTÍCULO
En una de sus búsquedas rutinarias, Escalona descubrió hace años que en la página web de la Red de Archivos Españoles aparecía que en el Archivo Histórico de la Nobleza de Toledo había un documento perteneciente al fondo documental del monasterio benedictino de San Pedro de Cardeña. “Me saltó la alarma y fui a verlo”, indica el investigador, ya que existen muy pocos documentos pertenecientes a este fondo documental, y especialmente de esa época.
Se trataba del documento más antiguo de los custodiados en el Archivo Histórico de la Nobleza, ya que pertenecía al siglo X. “Estaba en el fondo de Osuna, en medio de un montón de papel muchísimo más tardíos”, indica.

Datado el 26 de diciembre de 943, este pergamino, de gran formato y escrito en letra visigótica redonda, registraba la donación del conde castellano Asur Fernández y su mujer Gontroda al monasterio de San Pedro de Cardeña, en concreto la donación de dos propiedades: por un lado de un lugar llamado Fuente Adrada, en el término de Sacramenia, al norte de Segovia; y por otro, de la iglesia de Santa María. “Es una donación que se produce directamente a Cardeña, y por tanto ese documento estuvo allí, porque el monasterio era su propietario”, explica Sonia Serna.
Este hallazgo ya tenía una gran importancia, puesto que se trataba de uno de los “escasísimos pergaminos originales de Cardeña”, ya que, con la llegada de la Desamortización, las instituciones eclesiásticas sufrieron grandes pérdidas, y en concreto, el fondo documental de este monasterio burgalés fue “arrasado”, afirma Serna.
Fue entonces cuando se pusieron a investigar este documento, cotejándolo con otros escritos que hacían alusión a este documento y que eran copias del original, como es el caso del Becerro Gótico de Cardeña, un cartulario que contiene los documentos que tenía el monasterio en el momento en que se realiza, el 1086. “Ese año, se copian todos los documentos que había en Cardeña, y entre ellos está este de Asur Fernández”, indica la investigadora. Sin embargo, ahí se dieron cuenta de una primera diferencia, dado que en esta copia no se mencionaba a la iglesia de Santa María. “Es llamativo, porque no es lógico que en una copia se omitan cosas. A ellos les interesaba tener el documento bien copiado”. A partir de ese momento, ambos investigadores comenzaron a darse cuenta que el documento que creían original tenía una serie de “anomalías” tanto en la escritura como en las grafías que no “concordaban con la época”.
El documento estaba escrito en visigótica redonda, lo cual concordaba con la escritura de la época, pero también aparecían signos abreviativos (trazos que los copistas dibujaban para abreviar palabras) que eran “habituales en la letra visigótica cursiva, pero no en la redonda y totalmente anacrónico para la época”, indica Serna., ya que en el siglo X la abreviación de los posesivos se hacía de una manera, y esto cambió en el siglo XI. De esta forma, se dieron cuenta que al copista se le “escaparon abreviaciones con r”, tal y como se hacía en el siglo XI. “Todo ello nos hizo ver que ese documento, lo más probable es que hubiese sido realizado en una época posterior, donde el escriba conocía la escritura carolina y para realizar esa falsificación se imbuye de lo que había sido la escritura visigótica. La imita bien, hace una buena falsificación pero tiene deslices”, afirma.
Este estudio, publicado en la revista ‘Anuario de Estudios Medievales’ , recoge con detalle el proceso de análisis que ambos investigadores llevaron a cabo para demostrar la falsificación de este documento. “Las falsificaciones antiguas tienen mucho interés y te dicen muchas cosas”, afirma Escalona, que asegura que se puede “seguir tirando del hilo” y sacar más conclusiones sobre este suceso.