Recuperada una de las primeras traducciones de los Evangelios en un manuscrito de la Biblioteca Vaticana.

El manuscrito Vat. iber. 4

Un fragmento de una de las primeras traducciones de los Evangelios ha sido recuperado en un pergamino que se utilizó posteriormente para otros textos.

Kessel, G. (2023). A New (Double Palimpsest) Witness to the Old Syriac Gospels (Vat. iber. 4, ff. 1 & 5). New Testament Studies, 69(2), 210-221. doi:10.1017/S0028688522000182

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Es una pieza importante del rompecabezas de la historia del Nuevo Testamento y uno de los testigos textuales más antiguos de los Evangelios: un pequeño fragmento manuscrito de la traducción siríaca, realizado en el siglo III y copiado en el siglo VI. Un investigador de la Academia Austriaca de Ciencias descubrió el fragmento con ayuda de la fotografía ultravioleta.

Hace unos 1.300 años, un escriba de Palestina tomó un libro de los Evangelios inscrito con un texto siríaco y lo borró. El pergamino escaseaba en el desierto en la Edad Media, por lo que los manuscritos se borraban y reutilizaban con frecuencia, pero las marcas dejadas por la escritura quedaban reflejadas en el material. Grigory Kessel, medievalista de la Academia Austriaca de las Ciencias (OeAW), ha logrado ahora que las palabras perdidas de este manuscrito en capas, un llamado palimpsesto, vuelvan a ser legibles.

El documento recuperado ahora representa una colección de himnos litúrgicos en griego escritos por un monje del monasterio hace unos 1.300 años, que se encuentra en la Biblioteca del Vaticano con la signatura Vat. iber. 4. Hace tiempo que se sabe que este manuscrito es un palimpsesto: «Este manuscrito fue escrito en pergamino que originalmente provenía de varios manuscritos que no iban juntos y estaban escritos en diferentes idiomas», explica Kessel en un comunicado.

En 2020 fue digitalizado, y las imágenes de luz natural y UV resultantes se añadieron a la Biblioteca Digital Vaticana [VER]. Al analizar las imágenes realizadas con la luz ultravioleta, Kessel descubrió que algunas páginas del manuscrito contenían líneas de texto más antiguas escritas en siríaco antiguo, que integra un conjunto de dialectos del arameo. Esas líneas tienen 1.750 años y, por lo tanto, unos 400 años más que el texto del himno griego. Las antiguas líneas de escritura siríaca corren perpendiculares al texto posterior. Como explica Kessel, las páginas de pergamino originales se giraron más tarde, se doblaron por la mitad y luego se reencuadernaron. El desciframiento del antiguo texto siríaco reveló algo sorprendente: es un pasaje del Evangelio de Mateo, un texto bíblico del Nuevo Testamento.

Hasta hace poco, solo se conocían tres manuscritos que contenían la traducción siríaca antigua de los evangelios. Uno se conserva en la British Library, otro es un palimpsesto descubierto en el Monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí y los fragmentos de un tercer manuscrito fueron recientemente identificados en el Proyecto «Palimsestos del Sinaí«. El fragmento de texto ahora descubierto por Kessel es el único remanente conocido de una cuarta versión del evangelio sirio antiguo y ofrece una puerta única a la fase más temprana de la historia de la transmisión textual de los Evangelios. Por ejemplo, mientras que el original griego del capítulo 12 de Mateo, versículo 1, dice: «En aquel tiempo Jesús pasó por los sembrados en sábado; y sus discípulos tuvieron hambre y empezaron a coger espigas y a comer», la traducción siríaca dice: «[…] empezaron a coger espigas, a frotarlas con las manos y a comerlas».

El estudio de Grigory Kessel se llevó a cabo como parte del Proyecto Sinaí Palimpsestos. El objetivo es hacer que los valiosos manuscritos palimpsesto de siglos de antigüedad del Monasterio de Santa Catalina en Egipto sean legibles nuevamente y estén disponibles en forma digital. Hasta el momento, ya se han descifrado 74 manuscritos.

Codex Climaci Rescriptus : una auténtica escalera al cielo.

Por Diego Corral Varela
Dpto. Lengua Española
Universidad de Salamanca

El Codex Climaci Rescriptus es un documento fascinante que, al parecer, todavía guardaba algunas sorpresas. Las primeras noticias que se tienen de él se deben a Agnes Smith Lewis, un nombre que, junto al de su gemela, Margaret Dunlop Gibson, es justamente célebre en los estudios bíblicos por su trabajo con los manuscritos ―especialmente los siriacos― del Monasterio de Santa Catalina del Monte Sinaí.
Según el relato de la propia Agnes en la publicación de las primeras hojas que adquirió, un vendedor se lo ofreció en El Cairo durante la primavera de 1895. Con posterioridad, compró otras dos partes en 1905 y 1906, percatándose de que aquellas primeras hojas de 1895 eran las que faltaban entre las nuevas adquisiciones. Reunido todo ello, Agnes Smith Lewis publicó el conjunto en 1909. Tiempo después fueron halladas algunas hojas más en la colección de Mignana y entre los famosos ‘New finds’ de Santa Catalina del Monte Sinaí, confirmando su ya sospechada precedencia. Por desgracia, en 2010 la sección del codex que perteneció a las hermanas engrosó la tristemente célebre Green collection y en la actualidad es exhibido en el cuestionable Museum of the Bible, que tan pocas alegrías ha traído.

El Codex es un palimpsesto en el que el texto superior corresponde mayoritariamente a una traducción siriaca de la Κλίμαξ θείας ανόδου (‘Escalera del divino ascenso’ o Scala Paradisi en su tradición latina) de Juan Clímaco, que a su vez fue abad del Monasterio de Santa Catalina del Sinaí en el siglo VII; esto motivó el nombre dado por Agnes Smith Lewis. Sin embargo, el mayor interés, como es habitual con los palimpsestos, se encuentra en los textos subyacentes. El Codex Climaci Rescriptus preserva lo que hasta el momento es el segundo corpus más largo en arameo cristiano palestinense, una lengua aramea occidental usada principalmente por los melquitas, y consiste en un leccionario con pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento, así como una versión de la Dormición de la Virgen.

Bajo la escritura estrangela del siriaco subyace la característica escritura del arameo cristiano palestinense, mucho más cuadrada.

El uso geográficamente restringido del arameo cristiano palestinense apunta a que el códice, en origen, debió de producirse en el entorno de Jerusalén alrededor de los siglos V y VI. Pero el arameo no es la única lengua que subyace en el palimpsesto. Desde el principio se había detectado texto griego en uncial correspondiente a los Evangelios en una versión que se alinea con el llamado habitualmente “tipo bizantino”, la tradición textual mayoritaria del Nuevo Testamento.
Ahora, sin embargo, el Codex Climaci Rescriptus podría haber transmitido un extracto en griego de mucha mayor relevancia. En 2012, Jamie Klair, entonces estudiante de la Universidad de Cambridge, advirtió la existencia de un texto oculto griego de carácter astronómico. En octubre de 2022 se ha dado a conocer a través del Journal for the History of Astronomy que podría tratarse de una nueva evidencia del perdido “Catálogo de estrellas” de Hiparco de Nicea, un astrónomo del siglo II a.e.c. La única obra conservada de este autor es un comentario a los Φαινόμενα de Arato que la Biblioteca General Histórica conserva en edición bilingüe grecolatina de Denis Petau (1583-1652).

La influencia y pervivencia del “catálogo de estrellas” de Hiparco sigue siendo un tema abierto a la discusión, especialmente en relación con la Sintaxis de Ptolomeo. Partes de la obra de Hiparco acabarían incluidas en el conocido como Aratus Latinus, una versión medieval que no solo traducía un codex griego con el poema de Arato sino otros textos relacionados. Pues bien, este nuevo fragmento hallado en el Codex Climaci Rescriptus correspondería a uno de esos otros textos hiparqueos, lo que permitiría pensar que los códices borrados para formar el Codex Climaci incluirían no solo el leccionario arameo y el griego, sino también otro con la obra de Arato y sus adendas.

Detalle de La escuela de Atenas en la que aparecen Hiparco (con el mapa celeste) y Ptolomeo (de espaldas). La identidad de Hiparco es discutida y se ha sugerido que pudiera ser Estrabón, lo que no tiene mucho sentido al ser su obra estrictamente geográfica, o Zaratustra (¡?).

De momento, el artículo en el Journal for the History of Astronomy es lo único publicado, pero en él se anuncia que un estudio filológico más profundo aparecerá este año en The Classical Quarterly. Este nuevo hallazgo convierte el Codex Climaci Rescriptus en una auténtica escalera al cielo.

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