La Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León realiza la exposición ‘Colegios Mayores en Salamanca: Huellas y Sombras’, en el marco de las actividades organizadas por la Junta de Castilla y León con motivo del VIII Centenario de la fundación de la Universidad de Salamanca. (INFO)
La exposición se encuentra en el Museo de Salamanca (Patio de Escuelas, n. 2) y se podrá visitar hasta el 19 de agosto de 2018. Las comisarias científicas de la muestra, María Nieves Rupérez y Ana Castro, son profesoras de la Universidad de Salamanca. El guión de esta exposición deriva del trabajo de investigación de las dos comisarias, que se ha centrado en el estudio de los Colegios Mayores salmantinos, tanto respecto a su patrimonio mueble como inmueble, relacionando material de archivo, arqueológico y de museos.
En ella, se da a conocer el funcionamiento de los Colegios Mayores, que acogían a estudiantes de mérito, algunos sin medios económicos, para que pudieran tener la mejor educación posible. Se trata de instituciones que jugaron un papel esencial en la Edad Moderna española, tanto por su vinculación a la Universidad de Salamanca, como por haber formado en ellos a los hombres que ocuparían puestos claves en la administración del Estado y de la Iglesia. Para el desarrollo de la exposición, que podrá verse en el Museo de Salamanca hasta el 19 de agosto, se ha contado con la colaboración de la Universidad de Salamanca, que ha cedido gran parte de las piezas que se exponen.
‘Por qué y para qué un colegio mayor’, ‘Los edificios colegiales’, ‘La vida en los colegios’ y ‘Los colegiales: el privilegio de ser colegial mayor’ son los cuatro capítulos que orientan el contenido de la exposición.
Los Colegios mayores no eran simples residencias, sino verdaderos centros educativos. El becario debía someterse a una peculiar forma de vida, orientada al estudio y a la práctica de la virtud, en un régimen semimonástico donde todo estaba regulado y sancionado: desde el trabajo a los momentos de expansión, el modo de comportarse o la vestimenta.
Los colegiales tenían que llevar siempre su peculiar atuendo que los distinguía del resto de los estudiantes, compuesto básicamente por manto o loba, beca y bonete o sombrero de gran tamaño. Este hábito fue establecido por Diego de Anaya para los becarios de San Bartolomé, pero lo imitaron el resto de los colegios, variando el color.
Había actos comunitarios obligatorios, como las comidas en el refectorio, sólo dos al día pero con raciones abundantes y variadas; o la asistencia a las «conclusiones» en el aula general (discusiones de carácter científico que servían de complemento a las clases recibidas en la Universidad, a las que no podían faltar). Los fundadores preceptuaron además algunas prácticas religiosas como la participación en la misa diaria o en otras funciones litúrgicas en la capilla.
Los colegiales tenían el privilegio de disponer de excepcionales bibliotecas en estancias perfectamente acondicionadas para la consulta y custodia de los libros, incrementadas constantemente con nuevas adquisiciones.
La decadencia de la disciplina inicial queda también reflejada en el argot con que los colegiales ocultan sus prácticas irregulares, como la prohibición de juegos de naipes.
Con esta actividad cultural, la Junta añade valor a las actividades que está organizando para conmemorar el VIII Centenario de la fundación de la Universidad de Salamanca. En esta misma línea de patrocinio, se sitúan el V Congreso Internacional del Español –que atraerá a Salamanca, a finales de este mes, a un importante número de Hispanistas de todos los rincones del mundo– o también la exposición ‘Tras la huella de la Universidad’, cuya inauguración en el Archivo Histórico de Salamanca está prevista para este próximo otoño.